domingo, 28 de noviembre de 2010

El mar, la arena, el faro y el amor


Cuesta pensar con claridad cuando ves que algo tan inmenso se extiende frente a ti y no ves su fin: el mar. Creo que no hay nada que produzca más tranquilidad que el mar en calma. Se oyen las gaviotas que vienen del sur. Por un momento el paisaje se oscurece. La marea está subiendo y se va comiendo la arena de la playa. Desde donde me encuentro puedo aspirar el aroma del mar, el agua me salpica y me refresca, empieza a hacer frío.
Casi sin darme cuenta el color de la arena ha pasado de dorado a color noche, y en el agua se refleja la gran moneda de plata.
El faro queda a mis espaldas, y la luz me baña cada pocos minutos. Se ven algunos barcos a lo lejos, pero tímidos, parece no querer acercarse, quizá por miedo, quién sabe. Son muchas las historias de barcos estrellados contra crueles rocas que se encuentran escondidas.
Me incorporo, agudizo el oído e intento no mirar má allá.
En la orilla los jornaleros del mar recogen las redes tras un largo día. Los susurros que escucho parecen disconformes. La venta no les trajo muchos beneficios.
También hay amor en la orilla. Descubro una pareja de jóvenes sentados en la arena, cerca del agua, abrazados y regaléndose caricias de las que solo es testigo la luna. Decidí dejarles ese paisaje solo para ellos, me sentí una intrusa en aquel momento íntimo.
Sandra, 3ºC

1 comentario:

  1. ¡Enhorabuena, Sandra! Me encanta ese relatot tan íntimo y emocionante que has escrito. ¿Podré leer más cosas tuyas?
    Mara

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